Alejandro Mangiaterra
| Cruz del Sur
Disputó 66 partidos internacionales con la Selección e hizo
11 goles. Jugó el Mundial de Japón-Corea 2002 y se quedó afuera de Francia 98
por muy poco. Fue uno de los emblemas del equipo argentino que consiguió por
primera vez el Oro Olímpico para el fútbol en Atenas 2004. Cristian “Kily”
González se ha convertido en parte importante de la historia del seleccionado
nacional y gracias a sus cualidades y personalidad fue considerado el mejor
extremo del mundo jugando para el Valencia de España. Un hombre que no tiene
tapujos en criticar la postura egoísta del hincha que prefiere identificarse
con su club y despreciar a la selección. Por decir lo que piensa, por pensar lo
que dice, más de un beso le dieron y más de un bofetón.
—¿Qué cosas pasan por tu cabeza cada vez que aparece junio en el
calendario?
—Haber vestido tanto tiempo la camiseta de la selección hace
que cuando se aproximan fechas como estas aparezcan muchos recuerdos. Situaciones
como las que vivimos hace poco con la lista que entregó Sabella me llevan
imaginar lo que estarán sintiendo los jugadores ahora que se define la
convocatoria. Es un momento inigualable.
—¿Qué experiencia tuviste respecto de estos episodios en los que el DT
elige a 30 en una lista previa a la definitiva?
—Yo estuve de los dos lados del mostrador. Fui parte, en mis
primeros años, de los que estaban en duda y después formé parte de los que se
sentían parte y que sabían que iban a estar. Recuerdo esos momentos en los que
vivía con mucho nerviosismo, la expectativa y la ansiedad de la familia. Sobre
todo en la previa del Mundial 98, porque yo era chico y cada vez que llegaba a
entrenar me encontraba con monstruos. En esa me quedé afuera y en la otra, con
Bielsa, fui titular. Fueron sensaciones muy distintas, por el momento que vivía
en cada caso: por lo inexperto de la primera vez y por lo asentado de la
segunda.
—Para el Mundial de Japón-Corea creo que nadie tenía dudas de que ibas
a integrar la lista. Incluso nadie dudaba que ibas a ser titular.
—Yo me sentía importante en ese grupo pero siempre tenés esa
pequeña duda de saber si vas a estar, si realmente lo que sentís es convalidado
del otro lado, desde la visión del entrenador. Hasta Messi hoy debe tener ese
cosquilleo interno y nadie duda de que él va a estar en la selección. Sin
embargo, la confirmación de la lista siempre genera nervios. Para el Mundial
2002 sabía que solamente algo raro como una lesión o algún otro imponderable me
podía dejar afuera. Yo no estaba seguro pero me sentía adentro.
—Así como vos sabías que ibas, había compañeros que no tenían esa
seguridad ¿cómo los veías?
—Esa sensación la viví yo antes del 98 y te puedo asegurar
que es muy difícil de sobrellevar. Yo formé parte de la última convocatoria de
Eliminatorias contra Colombia en la cancha de Boca. Después, cuando el técnico
dio la lista me quedé afuera. Fue un golpe muy duro pero uno tiene que aceptar
que se trata de la Selección y que tienen que estar los mejores. Yo siempre me
pregunté internamente si estaba preparado para jugar en la Selección porque no
todo el mundo lo puede hacer. Hay cientos de ejemplos de jugadores que son
figuras en sus clubes pero que en la selección no juegan. La camiseta argentina
es muy especial, representa muchísimas cosas, se la puso mucha gente que ha
hecho historia, entonces es un desafío para el cual hay que estar preparado.
Esa era mi duda.
—Cuando ya habías conseguido
integrar la lista del Mundial 2002, ¿tu cabeza tenía tiempo para pensar en los
momentos en los que la peleabas desde afuera o el foco estaba puesto en ese
momento particular?
—Cuando uno logra los objetivos, cuando gana partidos
importantes o hace algún gol en un clásico, siempre se te cruzan por la cabeza
los recuerdos menos pensados. Estar en la lista para el Mundial era un objetivo
y ahí también pensás en los momentos en los que la luchaste y en los
sacrificios que hicieron tus allegados por vos. Vengo de una familia
orgullosamente humilde y siempre tuve en la cabeza cómo empecé y todo lo que me
costó. Ahí es cuando uno le da el verdadero valor a los sacrificios que hizo y
a los que hicieron por uno.
—¿Les faltó un título que marcara lo brillante que fue la camada que
integraste?
—Sabemos todos que en nuestro país lo único que importa es
salir campeón y si salís segundo no servís. Entonces uno debe convivir con esta
idea que tiene el hincha. Es más, ganamos el único título que faltaba para el
fútbol argentino que era una medalla de oro olímpica y para la gente no pasó
nada. El hincha con menos de una Copa América no se conforma y esas selecciones
que integramos no consiguieron ningún título de los que son importantes para la
gente. En nuestros clubes teníamos títulos para regalar: copas de Europa,
títulos locales, Intercontinentales. La mayoría de mis compañeros han tenido
carreras maravillosas pero no pudimos reflejar esos grandes momentos en los
mejores clubes del mundo cuando jugamos con la selección.
—De todas maneras, a pesar de ser poco valorado, el oro olímpico no
debió ser tan fácil de obtener porque hasta ustedes nunca se había conseguido.
—Claro, eso es lo que molesta un poco. Nosotros sabemos que
Argentina tiene capacidad y hasta la obligación de ganar el Mundial, las Copas
Américas que juegue y demás, pero ese título en Atenas es muy meritorio y
además muy lindo para nosotros. Ahí volvimos a tomar contacto con el
amateurismo que tuvimos de chicos, el valor de lo grupal, el apoyo de tus
pares: los deportistas de otras disciplinas. Además lo ganamos de la mano de
Bielsa que era como una especie de revancha que nosotros necesitábamos
regalarle. En lo personal fue importantísimo, entré en la historia del fútbol
argentino y eso es muy lindo. Tuve la chance de portar la antorcha olímpica y
fue increíble. Eso fue más fuerte que el título. Lo que sentí en ese momento
fue impresionante: que mi familia vea una gigantografía con mi cara llevando la
antorcha es muy lindo y a la vez muy difícil de describir lo que se siente en
ese momento.
—¿Observás que el rosarino se identifica con la selección?
—Los rosarinos somos muy especiales, vemos primero la
camiseta de nuestro club. Me he cruzado en otro tiempo con hinchas que
pretendían que a la selección no le fuera bien porque la dirigía Bielsa, aunque
jugara yo. Y del otro lado, lo mismo respecto del valor que hoy tiene Di María
como símbolo de Central. Eso es lo que uno a veces no entiende. Argentinos
somos todos y hay que apoyar a los que estén. Hace poquito Tévez dio un buen
ejemplo. En medio de la polémica por su ausencia, dijo: “ya está, no hay que
buscar problemas donde no los hay y ahora hay que tirar todos para el mismo
lado”. Eso es lo que hay que valorar.
—¿Tuviste una relación muy especial con Bielsa a pesar de estas
cuestiones folclóricas?
—De muchísimo respeto de mi parte. Yo era un jugador que se
chocaba contra las paredes si no me decían que tenía que parar. Y Bielsa me
agarró a los 25 años y sacó lo mejor de mí. Yo tenía una virtud y era la
dinámica, pero a partir de Marcelo empecé a mejorar tácticamente, a leer los
partidos. Con todo el respeto del mundo a todos los entrenadores que he tenido,
para mi viene Bielsa y después el resto. Todo el mundo sabe que soy hincha de
Central y que me desvivo por mi club pero no puedo negar a un tipo que me
enseñó todo. Gracias a él fui uno de los mejores extremos del mundo en el
Valencia y gracias a él fui transferido al Inter. Sería muy hipócrita si no lo
reconociera.
—¿Siempre fue buena tu relación con Bielsa?
—Sí, de admiración de mi parte hacia él y creo que él
también tiene aprecio por mí. Igualmente había cargadas y hasta reproches. En
la primera convocatoria fuimos a Holanda para conocernos. Luego del
entrenamiento, me llama y me dice ¿sabe cómo salió el clásico entre Newell´s y
Central? Creo que ellos habían ganado 4 a 0. Yo me quedé helado, no pensé que
me pudiera cargar por la derrota. Lo insulté por dentro. Y cuando me estaba
yendo, me paré y le dije: “Marcelo usted me cagó la adolescencia”. De su mano
Newell´s había sido un par de veces campeón y yo era chico y lo sufría. Me frenó
y me respondió: “Discúlpeme”, con toda la seriedad del mundo.
—¿Cómo analizás el presente de la selección?
—La veo bien. Tenemos un poder ofensivo espectacular, como
muy pocas selecciones en el mundo. Los chiquititos de arriba son maravillosos.
Claro que se cuestiona un poco a la defensa porque se le llega mucho, pero el
que no arriesga no gana. Entonces, al tener un equipo con tanta gente que va
para adelante hay que compensarse bien pero es cuestión de trabajo. Es cierto
que no tienen el nombre de las súper estrellas de los delanteros pero también
juegan en los mejores clubes del mundo, eso quiere decir que capacidad tienen.
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