El fútbol nunca les da la espalda a los actos de solidaridad. Es un ambiente que siempre les tiende una mano a las causas nobles. Por eso apenas surgió la idea, la respuesta de destacados jugadores de los clubes de la ciudad fue automática. Todos accedieron gustosos a la convocatoria. Es que el motivo invitaba a creer que no todo está perdido en un mundo dominado por el egoísmo y las cuestiones artificiales. Porque festejar el cumpleaños 141 del Hogar del Huérfano y arrancarle una sonrisa a más de un centenar de chicos no tienen precio.
La parrilla Estilo Las Palmas, ubicada en Alvear y Córdoba, fue otra vez el escenario elegido para llevar adelante la loable obra benéfica. Hasta allí dijeron presente el Kily González, Jorge Broun y Mario Paglialunga (Central); Mauricio Formica y Mauro Formica (Newell’s); Matías Vega (Tiro Federal); Luciano Andrada (Argentino); Jorge Priotti (ex Newell’s y actual jugador de la Liga Interprovincial). También le puso el cuerpo a la causa el actor rosarino Roberto Moyano. Todos agarraron las bandejas y les sirvieron el almuerzo a los chicos del hogarcito.
Fue un instante único que los pibes disfrutaron como el mejor regalo de Navidad. No les alcanzaban las manos para abrazar a sus ídolos. Tampoco faltó el ritual de los autógrafos y las fotos. Sin dudas el más requerido fue el Kily. El volante fue uno de los primeros que llegó al lugar, acompañado por dos amigos, y el último que se retiró. Se lo vio tan involucrado y cómodo con lo que estaba haciendo que hasta se hizo un tiempito, entre mesa y mesa, para bromear con algunos comensales.
“Arrancarle una sonrisa a estos chicos no se compara con nada. Estas son las cosas realmente importantes de la vida. Por eso no dudé ni un segundo en decir que sí cuando me dijeron que tenía que trabajar de mozo para servirles el almuerzo”, sostuvo el Kily, mientras se retrataba con un par de chicos gobernados por el asombro.
La dupla Formica-Sperduti también acaparó la atención. Los jugadores de Newell’s recibieron el afecto de los ocasionales presentes y dejaron el sello de sus firmas en una innumerable cantidad de papelitos y servilletas. Para el piberío no hubo espacio para la distensión. Ni siquiera cuando se sentaron a comer dejaron de “molestar” a los jugadores. Es que para los chicos lo que vivieron ayer fue el mejor regalo de Navidad.
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