Cada postulado tiene su contra. Cada aseveración puede ser rebatida. Y mucho más en el fútbol. Se dice, y todo el mundo puede dar fe, que para definiciones de este tipo hacen falta jugadores de experiencia, que sepan absorber las presiones externas. Y que para esta promoción Central no tiene un Kily, un Moreno, un Equi, un Pablo Alvarez que banquen con sus espaldas a los más pibes. Sin embargo, ayer los más chicos fueron los que más bancaron la parada, amén del gol de Burdisso, que por cierto tanta trayectoria no tiene. Ellos fueron, como ante Estudiantes, Martín Rivero y Federico Carrizo.
Es cierto que sus actuaciones no fueron descollantes, pero dentro de la pobre imagen que dejaba Central, los volantes nunca se escondieron y fueron los que mejor trataron a la pelota. Sobre todo Rivero, porque jugó todo el partido, y más allá del gran centro que le metió a Burdisso para que le diera con toda la potencia de cabeza en el adicional, venciendo a Cambiasso.
Es que recién Central salió del asedio inicial de All Boys cuando Rivero hizo lo que la circunstancia requería: mostrarse para recibir, pensar medio segundo más antes que rifarla como hacía la mayoría y darle destino cierto a los pases. Cuando él se animó, el resto pareció contagiarse y con poco le generó algún peligro a Cambiasso.
Rivero mostró personalidad hasta cuando el DT mandó insólitamente a Paglialunga a jugar de volante izquierdo (función que no siente) y quedó como único 5. Su ejemplo mostraba el camino a seguir, pero el resto casi no pudo asociarse, ni siquiera cuando entró Gómez, que aportó más barullo que soluciones.
Sí en cambio lo interpretó Carrizo, que tampoco se dejó intimidar por lo que había en juego. Y de hecho, por pelear una pelota con firmeza sobre la última línea, generó el córner que derivó en el gol de Burdisso. Los pibes sacaron varios puntos más que aquellos experimentados. Y ahora quieren aprovechar su chance.
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