martes, 17 de agosto de 2010

CristianKilyGonzalez.blogspot.com: “Locura de Primera” (Ole)

Rosario Central arranca su camino en la B Nacional, aunque la pasión de su gente nunca descendió. Con más de 5.000 socios nuevos, esta noche reventará el Gigante.

Esto fue como enterrar a la vieja. Pero la única diferencia es que, al igual que el Che Guevara, este muerto no para de nacer”. Se llama Virginia Bañez, es rosarina y abogada de un importante banco. Tiene más de 35 años y un desvarío perpetuo, sobrevivió a la extrema unción, y ahora, aquí, en el horario de su almuerzo, asiste a la sede de Central para empezar a ver lo que considera un milagro. Virginia asegura haber perdido los signos vitales en las 72 horas posteriores al descenso del 23 de mayo. Pero no es la única. Hay otras Virginias en esta historia. Hay miles de Virginias y Virginios haciendo cola para obtener el carnet, tachando las horas que faltan para la tarde-noche de hoy, sacudiendo una epidemia contagiosa que afecta a todo un pueblo. “Estamos enfermos de verdad”. Y no es mentira. Es una locura.

Sí, en Rosario están locos. La noticia dice que el equipo debuta hoy en la BN ante San Martín de San Juan. Lo que no dice es que hace meses hubo en este territorio un estadillo y que hoy habrá una fiesta. Ni que se programa una caravana desde el Monumento a la Bandera hacia el Gigante, ni que el que se vayan todos se transformó en un canto de esperanza. Lo que experimentó Central en este tiempo es inverosímil para ojos que no sean rosarinos. La sede de la calle Mitre extendió su horario hasta las 24 porque no dan abasto con los nuevos asociados. El jueves colapsó el sistema. Los más pesimistas estipulan que el estadio estará lleno y los más optimistas creen que se necesitarán dos estadios para cobijar tal fenómeno popular. ¿Es lógico que un club recién descendido sume 5.000 afiliados en 30 días? ¿Es posible que han aumentado el precio y la cantidad de abonos a las plateas? ¿Es habitual lo que pasa en Rosario? ¿Cómo se la ingeniarán para verlo de visitante. Y cuatro veces no.

“Esto pasa sólo acá”, dice un miembro de la Ocal (organización Canalla Anti Lepra) desde la clandestinidad. Ese “acá” es Rosario. Una ciudad que hoy es una iglesia a cielo abierto. La mitad (o un poco más, según dicen) pide un pronto regreso a Primera. Los otros aún le agradecen y prenden velas a San All Boys. Son dos enemigos que conviven en una misma frontera. Sin esta rivalidad no hubieran pasado las cosas que pasaron desde el 0-3 que gestó un equipo lejano de Floresta. Porque al fútbol acá no lo toman como una metáfora de la vida. La vida es casi literalmente el fútbol. Esto se lee para bien o para mal. Juan Pablo Dandreta tenía 26 años cuando se suicidó. No pudo soportar lo de Central ni lo que le dirían los de Newell’s. No era como el Viejo Casale una creación de Fontanarrosa. Casale murió de un bobazo de felicidad. El pibe, por esta extraña forma que adquiere la tragedia.

Horas agitadas.

No hay quien niegue que los últimos días de mayo fueron los más difíciles en la modernidad de esta república. Se vivía en un clima de fábula. Las autoridades pedían evitar reuniones públicas, suspender las fiestas de 15. En los boliches se prohibieron las canciones cuyas melodías coincidieran musicalmente con los himnos de cancha. Así y todo fueron inevitables algunos incidentes como los que se protagonizaron al final de una marcha espontánea en el último día del mes, o como las pintadas que aparecieron en el jardín de infantes de una de las síndicos, o como el simulacro de entierro montado en el Parque Independencia. Hubo más: hace dos semanas se suspendió un clásico de futsal.

Los jugadores también fueron protagonistas, testigos y finalmente víctimas del terror. Jonatan Gómez lo dice: “Se interpretaron mal unas declaraciones mías, y fue difícil tanto para mí como para mis compañeros y mis seres queridos”. La familia de Milton Caraglio prefirió mudarse. El Vasco Usandizaga debió renunciar en medio del incendio. Qué paradoja: fue el presidente que había dicho que había que matar a todos los futbolistas. Y casi lo asesinan a él y a su familia. Psicopatología de un final anunciado.

Le hacen el aguante.

Otras cosas ocurrieron con más tranquilidad: la llegada de Mostaza Merlo, el arribo de diez refuerzos, la repatriación del Kily González. La pretemporada se programó en un comienzo en Ramallo para aislar las cabezas de la atmósfera rosarina. Al final se eligió el campo de deportes de Arroyo Seco, ubicado a 30 kilómetros de la ciudad. El reencuentro con los hinchas se dio en las dos pruebas pilotos -o amistosos- previos al torneo. La gente acudió al estadio a festejar. Y en el medio de todo, por si fuera poco, hubo elecciones con listas de urgencia. Norberto Speciale se impuso en unos comicios que registraron un récord de votantes: 12.500. Ya en su flamante función visitó un edificio de la calle Viamonte para presentarse formalmente ante un señor llamado Don Julio. “Ustedes son como la Juve de la Argentina. Son muy grande para estar en la B”, le escuchó decir. Speciale ya era consciente de eso. Pero sabía también que no serían tan grandes los nuevos ingresos: de cobrar 18.150.000 pesos anuales en concepto de TV, el club pasará a embolsar 3.000.000.

Los militantes de verdad le dieron una sorpresa con el aumento de la masa societaria. Cosas que tienen que ver con ese sentido de compensación que habita en la de identidad del centralista. Si festejan más una semi de un 19 de diciembre de 1971 que las finales ganadas. Si tienen sus propias matemáticas: dicen que carnaval+locura=Rosario Central. Si cuentan con una ortografía local: Canalla se escribe Canaya. Si se vanaglorian de lo lógico -títulos, etc- como de lo que no lo son tanto. Si se anotaron en el Guinness por arrogarse el gol más festejado en el universo, a pesar de que los huesos de Poy ya no le dan para ciertos menesteres. Y dicen tener algo más largo que nadie: los 3.500 metros de bandera que se pasearon en diciembre, verificados por escribana pública. Si esta noche procuran cambiar la historia del Ascenso. ¿Paso a paso, Mostaza? “Lo nuestro es huevo a huevo”, dice Virginia Bañez. En todo caso, es una locura a locura.

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