miércoles, 11 de febrero de 2009

A un año del gol del Kily a Boca: las repercusiones en los medios


DIARIO DEPORTIVO OLÉ

¿Kily vas a hacer?

El equipo de Ischia tenía el triunfo en el bolsillo, pero apareció Cristian González, metió un zapatazo tremendo y le dio el empate al Canalla en Arroyito. Palacio había abierto el marcador, luego de una asistencia sensacional de Riquelme.
Central y Boca empataron 1-1 en el debut del Clausura ante una multitud en el Gigante de Arroyito. Rodrigo Palacio y Cristian González anotaron los goles en un entretenido partido, en el que los de Ischia se llevaron más de lo merecido.
El primer tiempo fue apenas discreto. El local se mostró más ambicioso en el comienzo. Con un Kily González movedizo, y un Borzani inteligente, Central se hizo dueño de la pelota y manejó las acciones. Pero le faltaba fuerza arriba, entonces la defensa del Xeneize pasaba una tarde tranquila.
¿Boca? Poquito. Riquelme no aparecía y los suyos lo sufrían. Como consecuencia, el encuentro era pálido, gris. Sin acciones de peligro. Todo cambio en el complemento. Porque el Canalla salió más decidido. Se adelantó en el campo y se propuso lastimar a su rival. A cualquier precio.
Entonces, empezó otro partido. Un partido en el que Boca no estaba cómodo. Porque la presión de los volantes del conjunto local era buena. Una escapada del Kily por la izquierda derivó en Vizcarra. El delantero recibió y ensayó una mediavuelta que dio en el palo. Hasta los veinte minutos, se vio lo mejor del local. Cristian González, casi grita el primero con un remate desde afuera, pero la pelota pasó cerquita del palo.
El ingresado Zelaya (en pocos minutos hizo mucho más que el abúlico Arzuaga) complicó a los centrales de Boca. Casi la mete de media distancia, tras bajarla, con el muslo. Pero su disparo se fue al lado del poste de Caranta. Luego, casi mete el gol de su vida: encaró a Cáceres y casi imprevistamente la picó desde lejos. La pelota se fue por arriba del travesaño.
Boca era un invitado de lujo. Que no podía manejar la pelota. Que no hacía dos pases seguidos. Que no daba pie con bola. Pero que tiene a Juan Román Riquelme, que a los 27 se iluminó y le dio un pase exquisito a Palacio. El bahiense, de flojo partido, eludió a Alvarez y tocó a la red. Justo cuando Boselli estaba por reemplazarlo...
Con vergüenza, y algo de fútbo, Central buscó el empate. Y tuvo su premio doce minutos después, cuando parecía que los tres puntos iba a viajar a La Bombonera. Un zurdazo bárbaro desde afuera del área del Kily González superó la estirada de Caranta. Golazo. Delirio. Justicia. Los de Madelón alcanzaron sobre el final una merecida igualdad ante un Boca que hizo poquito, muy poquito.

Se vino el reto para Jesús

Riquelme y Palermo le hicieron gestos a Dátolo porque entró y no tapó el tiro libre que generó el 1-1.
Minuto inolvidable para Dátolo, quien recién había entrado. Ni había tocado la pelota y ya recibía los reclamos de Palermo y Riquelme, quienes le hicieron gestos con las manos. ¿Por qué? Porque al ingresar justo antes del tiro libre para Central, no se paró delante de la pelota para así evitar que el rival, que buscaba el empate, sacara rápido, que fue lo que finalmente sucedió en la jugada que generó el empate. Ischia, sin dar nombres, reconoció que fue una distracción permitir que al Kily lo dejaran libre. Aunque explicó que "uno imagina que a esa altura del partido, con el rival perdiendo, van a buscar el centro al área y no que van a abrir rápido como lo hicieron. Pero bueno, ya está, éstas son cosas que sí se pueden mejorar". También Julio César Cáceres habló del gol, aunque sin dar nombres: "Es una desatención nuestra. No estuvimos atentos, ellos salieron rápido y así el Kily tuvo la chance de rematar, algo que debíamos haber evitado". Elogió al volante de Central porque "le pega muy bien a la pelota y así llegó el empate", pero remarcó que "el problema es que no teníamos que haberlo dejado tan libre".

El Kily se dio otra chance

El Kily 2008 es un Kily de cuenta regresiva. No tanto por los rigores de la cédula (al fin de cuenta recién anda por los 33), sí por los rigores de esa especie de hastío que el propio Kily hizo notar unas cuantas veces.
Cuando alguien de campaña hecha y cuenta bancaria copiosa pega la vuelta para calzarse la camiseta de sus desvelos primeros, lo último que piensa encontrarse es un club institucionalmente turbulento y deportivamente azotado.
Imposible eludir la fantasía de gozar de un cierto confort. Lo habrán fantaseado Simeone y el Piojo López cuando volvieron a Racing, Verón en Estudiantes, Orteguita en River, el propio Riquelme en Boca, y así.
Tal vez porque lo suyo fue arduo desde el comienzo mismo, el Kily ha padecido más de la cuenta, y tanto, pero tanto, que resulta complejo establecer los límites que separan un factor de otro factor. Jamás se lo vio pleno físicamente y salvo alguna que otra tarde grata contra el primo Ñuls su tono general ha sido el del fastidio. Fastidio por tutti quanti.
Es que se la ha pasado litigando contra los adversarios, contra los árbitros e incluso no faltaron entredichos con compañeros y entrenadores de su propia cuadra. Hasta con los mismísimos hinchas de Central llegó a tener discrepancias. Hacer las cuentas.
Este Kily, el Kily de ayer, en cambio, fue un Kily de sesera despejada y corazón enfocado. Como si la urgencia de definir si se iba del fútbol profesional o se quedaba, y cómo, hubieran fertilizado el terreno de una nueva oportunidad que él mismo se dio y que él mismo capitalizó. Y de un Kily dedicado a jugar no deben esperarse maravillas, pero sí contribuciones competentes como las de cualquier hijo de vecino.

El Negro estuvo presente

El plantel de Central salió a la cancha con una bandera en homenaje al canalla más ilustre: "Gracias, Negro Fontanarrosa", decía el trapo.

Lo peló

Era de Boca hasta que, en el final, el Kily González aguó con un zapatazo el debut oficial de Ischia, ex DT suyo a quien no saludó porque no tiene onda.
Furioso. También sorpresivo, también lejano, ganador, pero -ante todo- furioso. Con rabia. El Kily festeja en la mitad de la cancha, aún camina, se aprieta la camiseta transpirada. Zapatazo obliga, justo ante Boca, justo 12 minutos después de que Riquelme volviera a comprometer a diarios, radios y televisión a los halagos de siempre, Cristián González cambió la tapa del diario. Detenga las rotativas, país: hace apenas dos meses insultado por sus propios hinchas, peleado con Carlos Ischia, eclipsado por un Boca que ganaba por Palacio y por Román, el Kily detonó un zurdazo que obligó al empate, y obliga, además, al olvido inmediato. Prohibido hostilidad, prohibido mirarlo nuevamente con enfado. El Kily volvió a ser, al fin, el Canaya de la tarde. Qué lo parió.
El capitán de Central venía afinando la mira. Dos minutos antes del gol ya lo había probado a Caranta con un remate duro, cruzado, que casi arañó el palo zurdo del arquero de Boca. "Pero se me dio, por suerte después se me dio, y hasta sirvió para empatar, que era lo más justo en ese momento del partido", se plantó el volante, aún exultante, en el vestuario, entre un exceso de micrófonos: "La gente sabe lo que nos estamos jugando, que estamos peleando para no descender, aunque todos también aspiremos a otras cosas. Por eso grité el gol así, como si fuera el último de mi vida. Me había tomado esto como un desafío personal".
¿Desafío el partido ante Boca, desafío el torneo que inició, desafío vérselas con Ischia? El Kily no necesitó, al menos, darle el beso de la muerte al técnico de Boca. Apenas los equipos salieron a la cancha, apenas escuchado el trueno en estéreo de las gradas, los fotógrafos esperaron el gesto que, se preveía, jamás iba a darse: saludo entre Ischia y González. Menos el Kily, casi todos pasaron por la mejilla del Pelado: abrazo, beso, suerte y las gracias de Alvarez, Vizcarra, Raldes... Al volante y el técnico, sin embargo, sólo los une un turbulento pasado.
Hasta el repaso es enojoso: el Kily quiso irse de Central antes del Apertura pasado, no encontró club, se quedó, Ischia lo aceptó, la gente lo insultó, finalmente jugó, pero jugó tan poco como mal, y siga, siga, siga el baile: la última semana, el capitán se reconoció asombrado por que Boca contratara a un Ischia que había ganado un solo partido en Central (ante Newell's, 1-0), y hasta admitió que el técnico no lo quería en el plantel. ¿Más? El 24 de diciembre el Pelado se había despidido de Central, y el Kily no estuvo en esa práctica."Yo sé que la gente me exige mucho más, que me mira de otra manera", la bajó de pecho, realista, en la improvisada conferencia. "Y yo asumo esa responsabilidad", se ufanó el capitán, otra vez el imán de los halagos ante un equipo de Román.
Justo en el primer retorno de Riquelme a Boca, la tarde del 19 de febrero del año pasado, el Kily se robó el protagónico. Como ayer. "La diferencia que podía hacer Boca era con Riquelme, y finalmente así fue. Riquelme te maneja un partido, y en una jugada te cambia todo", pareció lamentarse como si todavía viera el derechazo de billar y la corrida de Palacio, la estirada de un Alvarez que no pudo abortar "un gol que no sé si Boca merecía, porque nosotros salimos de otra manera al segundo tiempo, generamos chances, le llegamos a Caranta, jugamos bien".
Pero, señores, como Boca tiene a Román, Central lo tuvo al Kily. "Porque yo también intenté manejar el partido, y creo que por momentos lo logré", chapeó el culpable del empate en Arroyito, culpable también de que Riquelme sonriera antes del 1-1. En el saludo obligatorio, protocolar, cuando el sol todavía estaba alto, el Kily lo abrazó a Román y le dijo algo al oído. Entonces, claro, sonreían los dos. Sólo uno, ahora, puede alzar el mismo gesto.

¡Qué Kilyombo!

En Boca, los jugadores están por encima de la táctica: si brillan, bárbaro. Si no aparecen, a sufrir como ayer.
Los jugadores están por encima de la táctica", sentenció Ischia en la semana, a modo de declaración de principios. En realidad, eso es justamente este Boca. O, al menos, lo que se vio ayer. No jugaba bien y merecía ir perdiendo contra Central hasta que Román frotó el botín derecho y Palacio vio la luz al fondo del túnel. Si terminaba 1-0, esa genialidad habría escondido los problemas futbolísticos del equipo.
El empate del Kily no sólo fue un tiro para la justicia. También desnudó que, detrás de esas individualidades que en un minuto te pueden definir un partido, debe haber necesariamente un equipo. Boca todavía no lo es...
Esperar lo que invente Riquelme es sinónimo de dependencia. Y si el 10 no aparece (en una jugada hasta le erró a la bola), no está fino en el último pase (salvo en el gol) o no se encarga de las pelotas paradas (no pateó ni un córner, ¿lo cansó el viaje con el Sub 23?), Boca parece deambular sin rumbo. Ese es el primer problema: la falta de volumen de juego. Boca se pone en mute si Román no surge. Neri es un velocista sin pausa, Palacio es puro desborde aunque ayer no haya podido pasar a ningún rival... y paremos de contar. Si en el primer tiempo Boca dominó fue porque tuvo la pelota pero ni así logró generar peligro. ¿Por qué? Porque no estuvo aceitado en el toque corto y el rival le cerró bien los caminos.
Ahora, sin la bocha en su poder, queda al desnudo el otro problema (táctico) que aqueja al equipo: el retroceso de los volantes externos. Algo que quedó en evidencia en la segunda mitad. Con Battaglia cansado y golpeado, el medio no ofreció resistencia. Alvaro y Neri estuvieron más por delante que por detrás de la línea de la pelota. Y así, Central lo partió en dos.
Para que se produjera ese cambio de mando en el juego influyeron algunas cuestiones, además del desgaste de Battaglia. El Kily enarboló la bandera guerrera y fue al frente con amor propio y con ideas. Y Madelón metió los cambios correctos. Zelaya complicó más que Arzuaga y Vizcarra juntos. Y Damián Dìaz aportó el fútbol que faltaba.
Casualmente, el Kily y Díaz jugaron a espaldas de los volantes de Boca. Un golazo táctico.
Con esos inconvenientes a cuestas, Boca igual pudo ganarlo: los jugadores, como dijo Ischia, están por encima de la táctica. El problema es qué pasa cuando esas individualidades brillan... por su ausencia. Lindo Kilyombo, ¿no?
Ana Carnovale.

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