lunes, 11 de mayo de 2009

Cachi un triunfo (Olé)


Venía para tercera victoria clásica al hilo de Newell's y pura fiesta leprosa. Terminó con una canallada a diez del final: Zelaya metió el empate que le dejó un gustito de alivio a todo Central.

Ahora mismo, acá en la platea del Gigante, dos hinchas de Central lloran abrazados el empate. Mar de lágrimas en Arroyito. Llanto largo y tendido. Pero no confundir: el llanto no es de tristeza. Todo lo contrario. Es de alegría. De emoción. De canallada. Porque fue una canallada: les robaron la alegría a los de allá, a los que están en el corralito como en una especie de leprosario (el presidente Usandizaga los mandó al rincón). ¿Quién dijo que no se debe celebrar un empate? Cómo no festejarlo. Cómo no abrazarse. Cómo no gritar "pe-cho-frío" si Newell's lo tenía ganado. O Cachi. Porque apareció la cabeza del Cachi Zelaya y lo que era para los de Newell's, para la gastada de los de Newell's, fue empate.

Así como los clásicos están hechos para romper los nervios y cortar respiraciones, también están hechos para promover las leyendas y construir reputaciones. Currículum que le dicen. Y en el currículum del Cachi dirá que cuando Central sumaba otra derrota más ante la contra (la tercera al hilo), cuando se le quebraba la racha a Russo ante Newell's, cuando en la cancha todos los hinchas preguntaban cómo iba Godoy Cruz y faltaban apenas diez minutos para el final, Zelaya puso la cabeza luego del rodetazo de Vizcarra (sí, le dio con el rodete) y estalló el Gigante.

Hablando de reputaciones y currículum, ahí está el Kily. No encuentra la pelota, no la agarra, y es el extenso currículum el que a veces le juega en contra y no le permite desbordar como a los 20 años. Pero mete, empuja, traba con el alma y, solito y solo, levanta al Gigante. Cuando otros se borran por clasiquitis aguda, ahí aparece el Kily. El tribunero y vendehumo del Kily González. Tribunero porque juega como si recién hubiera bajado de la tribuna y vendehumo porque ayer apareció cuando el humo ya había llegado a la cocina, al comedor y la casa de Arroyito era consumida por las llamas. En síntesis: juega como se tienen que jugar estos clásicos.

Así, paradójicamente, había arrancado Newell's. Con autoridad, presencia y, además, buen juego desde el atrevimiento de Formica y la gran tarea de Bernardello. Pero en algún momento las llamas alcanzaron a Sensini y al técnico se le quemaron los papeles. Con el partido 1-0 y un Central que sólo empujaba con centros que partían desde la desesperación, sacó a Formica y prácticamente armó atrás una línea de seis (Pillud, Spolli, el infranqueable Schiavi, Insaurralde, el ingresado Quiroga y Vangioni). No es para prenderlo fuego a Boquita: salvando las distancias, le pasó lo mismo al Chelsea ante el Barsa, por la Champions. Las ganas de ganarlo, son las mismas que a veces empujan hacia atrás. Y las ganas de arruinarle el festejo al rival y de quedarse en Primera son las que ahora hacen que los hinchas de Central revoleen las camisetas, griten "Acadé, acadé" y se abracen por el empate.

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