lunes, 27 de abril de 2009

El equipo de Miguel (LaCapital.com.ar)

Central casi siempre dio para todo, y para todas las paradojas. Este equipo emocional de los González, desde la inteligencia y verticalidad del Equi y la sapiencia del Kily, y mesurado de Russo; este conjunto que se realimentó desde la cobarde salida de Merlo, este equipo desbordante de presencia popular. Exigido, necesitado, a veces fervoroso, a veces titubeante, cargado de ansiedades propias y ajenas. Este equipo que hace rato se acostumbró a sufrir más que a disfrutar, aunque ayer en menor medida. Como precio a cuenta de la soñada reivindicación futbolera que quizá algún día espante los fantasmas. O sufre, mientras tanto, en cada partido, con la esperanza de llegar del goce atado al pitazo final. Porque ese fue el precio que debió pagar por la anhelada victoria ante Boca (2 a 0), que ofició como un bálsamo para la ansiada recuperación. Y el desahogo sonó estridente. Más que otras veces.
Al extremo de que en el Gigante atronó una música que hace mucho tiempo no se escuchaba: "Y ya lo ve, y ya lo ve, es el equipo de Miguel...". Una muestra del significado que tuvo no sólo el necesario e impostergable triunfo ante los xeneizes, sino también de la vuelta de Russo a Arroyito. Así, con un fondo de película, con la gente revoleando las remeras por sobre sus cabezas, con Russo agradeciendo el gesto y brindándoselo con sus manos al grupo, y con ese puñado de futbolistas abrazados a una ilusión. Una ilusión que ahora tiene argumentos sólidos.
Razones que se sostienen en la mano de un técnico ganador y capaz, como Miguel Angel Russo, quien pese al poco tiempo de trabajo ya dejó su sello: un equipo ordenado, con control de pelota, con ambición ofensiva, con laterales que se desprenden en ataque y la rotación de los delanteros.
Estos atributos le sirvieron al canalla para edificar una victoria que llegó por sus propias virtudes, pero también por el déficit del xeneize, que defendió con un medio con poca contención y una línea de tres que siempre fue una tentación para el Equi, Iván Moreno y cía, que llegaban hasta el área de Abbondanzieri sin necesidad de pagar peaje. Una síntesis que puede sonar simplista, pero que resume en buena medida lo sucedido en Arroyito.
Claro que, fiel a su costumbre, este triunfo tampoco estuvo exento de sufrimiento, como cuando en el complemento Boca insinuó algo más y por momentos estuvo cerca de desatar nuevamente los fantasmas por Arroyito. Pero se fue en amagues y la victoria le quedó como un traje a medida a Central. Y también a su gente, que sigue reafirmando esa comunión casi indisoluble con un técnico al que esperaba como un Mesías, como el salvador. Y Russo, desde su pragmatismo, le empezó a devolver tanto amor correspondido con su sabiduría a la hora de parar un equipo y de afrontar el desafío que se le puso adelante. Quedó expuesta su influencia en el cambio que exhibió el plantel, pero mucho más en la gente. Volvió Miguel, volvió Central. Bienvenidos.

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