
Al terminar el partido, los jugadores se retiraron rápidamente por la manga salvo por Pablo Álvarez, recientemente llegado al club, que se quedó a disculparse con los pocos hinchas que todavía quedábamos en la tribuna. Tras recibir los aplausos a modo de aceptación de las disculpas de su gente, Álvarez regaló su camiseta, arrojándola por sobre el alambrado. La gran pregunta es: ¿donde estaba el capitán, donde estaban los jugadores que salieron y son hinchas de Central mientras "el nuevo" en el club ofrecía disculpas ante la poca gente que quedaba?. Seguramente ya en el vestuario, invadidos por la bronca y la impotencia, pensando por qué no pueden hacer bien su trabajo. Habría que empezar a preocuparse un poquito por la gente también, que hasta dejaba caer sus lágrimas después de viajar 300 kilómetros para ver a su equipo y se volvió a Rosario con un 3 a 1.
Entre todos, con el apoyo de la gente y la garra de los jugadores, Central se va a salvar. Sólo falta ponernos de acuerdo: hay que dar lo mejor de cada uno, no esconderse, ni amenazar, ni insultar a nadie.
Ana Carnovale.
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